El gato en la ventana mira
la lluvia cae incesante,
la tierra mojada tiembla gota a gota.
La tarde acelera sus pasos
hasta convertirse en sombra.
El gato detrás de los cristales mira,
hay todo un cielo inmenso y oscuro.
No hay estrellas en la noche
solo un aroma se mezcla
envuelto en el aire
a instinto salvaje y a llovizna.
El gato amanece en su sitio.
Ser espectador no es milagro
sino condena.
Ya las nubes blancas
despojadas de tormentas.
La mañana pinta un tono
entre ocre y celeste,
aguzando los felinos ojos
mirando... olfateando...
Con la humedad de la tierra
la hierba tímidamente crece.
Mansedumbre reposando en la ventana.
Costumbre aprendida de otras vidas.
Calcula la distancia, no es tan alto...
¡Salta!
No fue tan larga la caída, el golpe se amortigua.
Moja sus patas en un charco de agua...
Siente.
El día, el aire, la noche, el agua, la tierra
la lluvia
la brisa que acaricia su pelaje...
Todo estaba afuera.
Y el gato que miraba detrás de la ventana
se aleja.
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