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viernes, 15 de julio de 2022

Un día entre abril y mayo. Un tren.

Dicen que el amor es la fuerza que mueve el mundo -pensaba mientras caminaba con paso firme y decidido- y sabía que era cierto.
El viento despeinaba su cabello, el otoño dejaba ver sus matices; marrón amarillo, unos pocos verdes perdidos en las copas de lo arboles y en la vereda llena de hojas que alguna ráfaga de viento hacia volar arremolinadas.
El cielo estaba claro, celeste, el sol comenzando a brillar, sus ojos iluminados.
Las ocho de la mañana; era su mejor hora.
Respiraba llenando sus pulmones como si nunca el aire hubiera sido tan puro y una sonrisa leve curvaba sus labios. Por fuera su rostro era impenetrable.
Llegando a la estación un mundo de gente comenzando la jornada con rastros del sueño que el café no logro despertar. Ella sin embargo estaba mas despierta que nunca.
El tren aguardaba impaciente en el anden.
Se abrió paso con alegría entre la multitud y se sentó acomodando su saco y su cartera.
El tren siguió llenándose de vidas arrastrando los pies; ella sin embargo se sentía ligera.
Miraba aquella multitud desde su propio mundo... unos hablando, otros dormitando, vendedores exhibiendo sus tesoros y por la ventanilla aquel paisaje familiar.
En su mundo todo era perfecto...
Un día entre abril y mayo. Otra estación.
El corazón desbocado en el pecho...
sus pasos firmes y llegar... al lugar donde habitan los sueños...
Alondra


2 comentarios:

Todos somos huella. Alondra

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