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jueves, 7 de marzo de 2019

LA MUJER SABIA


-Tú que sabes del invierno?
Me pregunta la mujer tranquila y sabia... Como esas que peinan canas con la elegancia de haber
vivido cada estación.

-Poco y nada -respondí.
Sé sin embargo del frío calando el alma y del café que no calienta como un beso. De los desparramados versos en calles solitarias mojados por la lluvia...
Sé de las mañanas con niebla o con llovizna y de la tierra negra.
De los nidos vacíos que dejaron secuelas de existencia en los árboles que esperan.
Sé de charcos en la vereda donde los niños ya no juegan porque prefieren las estufas y los celulares.
De las copas de licor vacías que ya no comparten, y del arcoíris que pocos miran; aún si llueve con sol.
No se mucho... diría que casi nada.
Sé también que el invierno nos prepara para los nuevos brotes, y que los paraguas son buenos para no mojarnos.
Que pisar el freno evita choques en las calles resbaladizas...
Que los cristales empañados en algunos autos guardan amores fugaces que no perduran, y que a veces el color del cielo es solo gris plomiso cubierto de nubes, pero el celeste está detrás.

Sonrió. -No sabes mucho, pero tampoco poco -dijo y prosiguió.
-El invierno es el descanso, es lo profundo. Es replegarse para fortalecer.
Todo para crecer necesita alimentarse y las raíces nutrirse.

Estás en invierno, hibernando...

Prepárate. Aprovecha la estación para hacer fuerte todo lo que debas. Habrá tiempo de sobra para perfumar el aire y recolectar estrellas... 
Cultiva la paciencia en tus arrebatos, nada crece por tirones sino por consecuencia.
Lo sembrado; sembrado está. Deja que la naturaleza haga su magia.

Sonrió otra vez y se alejó.
(Me dejo pensando...)

Alondra De Plata © 

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